Por: Melissa Rico
Ciudad de México- El suicidio es un fenómeno global. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se registra casi un millón de decesos, lo que supone una tasa de mortalidad mundial de 16 personas por cada 100 mil habitantes, o una muerte cada 40 segundos.
Desde el 2003 el 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio con el objetivo de concientizar acerca de éste como problema de salud pública. Aunque también hay que reconocer que no todo son números, cada suicidio es una historia, de esas que se entretejen en lo cotidiano de cualquier sitio.
Una historia particular:
La vida en pareja no funcionó. Ella se hizo cargo de los tres hijos y hacía posible lo que parece imposible; con dos mil pesos de sueldo al mes, y muchos sacrificios, mantenía su hogar. Atendiendo a su situación conyugal, el Inegi informa que en México la tasa de participación económica más alta de mujeres se da entre las madres solteras.
Ocurrió hace poco más de un año. Su hora de entrada era 10:00 am, parecía una mañana como cualquier otra pero no, ese día el aseo de aquel despacho de abogados en Polanco no se hizo, Carmen no llegó al trabajo. “Lo único que supimos era que había fallecido uno de sus hijos”. Comenta Liz ex compañera de Carmen.
Dos semanas después de su falta Carmen volvió al trabajo y comentó la realidad de su luto. Aquella mañana había bastado una decisión: unos cables y la instalación eléctrica fueron el anuncio devastador para cambiarlo todo; su hijo, el mediano, se había suicidado.
Según datos del Inegi, el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación es el principal método de suicidio, representando el 78.9 %, y el principal lugar donde ocurren los decesos es dentro de la vivienda particular.
El remate del suicidio de este joven no fue tan distinto al de muchos más; una carta póstuma donde el joven pedía perdón a su madre y le dedicaba una canción: Ángel para un final del trovador Silvio Rodríguez; ambas cosas cerraban la escena trágica y marcaban el dolor de Carmen.
“Quizás fue por depresión”, opina Liz y recuerda que en alguna ocasión Carmen le comentó que el joven, que estudiaba bachillerato, “pensaba que la vida era muy injusta, porque mientras la gente a su alrededor tenía mucho, él no podía tener nada.” No tenían computadora, no había vacaciones, ni mucho que presumir a los amigos.
En México el suicidio predomina como causa de muerte de jóvenes entre 15 y 29 años. Siendo la tercera causa de defunciones de este sector a nivel nacional. El Inegi reporta que el 40.2% de los suicidios en 2014 fueron en jóvenes de este sector.
La OMS plantea que son las enfermedades mentales, principalmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol, la violencia y las sensaciones de pérdida las que constituyen importantes factores de riesgo para que ocurra el suicidio.
En pláticas posteriores Carmen le comentó a Liz que un factor determinante en el suicidio de su hijo fue el económico: “Él tenía muchos deseos de superación y como muchos jóvenes quería tener: un buen celular, ropa y zapatos de moda”, de esas cosas que los chavos de alguna forma anhelan y creen necesarias “y que Carmen no podía pagar”.
Es que actualmente tener un trabajo no es garantía de plena subsistencia: “no para una madre soltera que con pocos estudios, cada día nubla su panorama con los gastos crecientes y un sueldo bajo; Carmen llegó a pensar que si hubiera dado más comodidades a su hijo el suicidio no habría pasado”, comenta su amiga Liz.
A más de un año del suicidio de su hijo, Carmen no ha conseguido mejorar mucho su panorama; sin preparación profesional y con “jefes que no la apoyan mucho” según comenta Liz, Carmen continúa sus jornadas con la expectativa de que ella y sus otros dos hijos superen esta amarga experiencia y en espera de que sus otros dos hijos no tomen la opción que su hermano.
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