Hace 43 años, el 3 de abril de 1982, el volcán Chichón, en Chiapas, tuvo una de las erupciones más potentes del país. Columnas eruptivas de más de 17 kilómetros, cenizas y flujos piroclásticos dejaron sepultada la región que comprende 15 kilómetros a la redonda. Pero este evento causó algo más que sólo pérdidas humanas y materiales: impulsó el estudio de volcanes y herramientas para que la sociedad mexicana esté mejor preparada contra erupciones futuras.
El
Chichón presentó la erupción más violenta en la historia contemporánea de
México. Pocas veces se ha podido estudiar una erupción tan violenta como la
ocurrida en el Chichón y esta fue la primera de grandes dimensiones estudiada y
registrada instrumentalmente en México. Esta erupción ocurrió durante los
últimos días de marzo y los primeros días de abril de 1982.
El
poblado de Francisco León, a cinco kilómetros del cráter, fue cubierto por
flujos piroclásticos que sepultaron a más de dos mil personas. Mientras en las
localidades de Ostuacán y Chapultenango, a menos de 12 kilómetros del volcán,
cayeron rocas incandescentes de hasta 15 centímetros de diámetro que
atravesaron los techos de las viviendas, provocando su caída.
Otros
poblados se vieron afectados por la caída de cenizas, como Pichucalco, a 20
kilómetros del volcán, e incluso en Villahermosa, Tabasco, a 70 kilómetros del
volcán.
Gran
parte de la población regresó a sus hogares por indicación de las autoridades,
sobre todo en el poblado de Francisco León, al suroeste del volcán. El ganado y
las tierras de cultivo también fueron dañados.
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